Foto de Gregorio Torres, de La Opinión de Málaga
Hace años
que el alcalde viene vendiendo una imagen idealizada de la ciudad, la Smart
City, una de las más inteligentes de España, y referente internacional
en innovación del conocimiento, cultura, nuevas tecnologías, y sostenibilidad.
Y con un Ayuntamiento, aseguran, que es hoy líder en transparencia, políticas
sociales y servicios públicos de calidad.
Sin
embargo, este relato oficial dibuja un paisaje idealizado y ajeno a la
realidad, a la dura realidad de los barrios, de los de abajo, de la inmensa
mayoría de los malagueños y malagueñas.
Una dura
y dramática realidad de una ciudad en la que el paro alcanza ya casi 60.000 personas (más del 22%), con un tercio de la población, en
algunos barrios muchas más, en riesgo
de exclusión social, siendo los
menores y las mujeres los colectivos más castigados. En Málaga, miles
de personas dependen para su alimentación diaria del trabajo que realizan, con
grandes dificultades, decenas de organizaciones voluntarias.
Desgraciadamente, si hay algo en lo que Málaga es hoy referente
español y europeo es en desigualdad, muy superior a la media española y
europea y que sigue aumentando (el 10 % de las personas que más tienen acaparan
el 23% de la riqueza, mientras que el 20% más pobre apenas posee el 7 % de la
riqueza de la ciudad).
El
discurso triunfalista del alcalde, quizás el más populista de todos los
alcaldes, es una historia de fantasía, enfrentada a la cruda realidad.
El Ayuntamiento de Málaga no puede vivir de
espaldas a la realidad, es necesario y urgente poner en marcha un Plan de choque contra la
pobreza y desigualdad social en nuestra ciudad, que incremente la inversión social en programas de promoción y
reinserción social y refuerce la atención a las personas y
familias en situación de pobreza o riesgo de exclusión social.
(*) Publicado en Viva Málaga, en mi columna "El ala izquierda de la casona", del lunes 5 de noviembre de 2018
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