Nuestro
alcalde tiene el dudoso honor de ser el mayor destructor del patrimonio
histórico de la ciudad desde que existen registros. En los últimos años, la
piqueta de Paco de la Torre ha estado funcionando a pleno rendimiento. El
alcalde es el nuevo “Demolition Man”
de nuestra ciudad, ha arrasado con todo edificio histórico que ha hecho falta para
allanar el terreno a especuladores y a lobbies inmobiliarios. Ni siquiera a pocas semanas de las próximas
elecciones municipales nos ha dado una tregua.
En su etapa
como concejal de urbanismo (1995-1999), Francisco de la Torre demolió 101
edificios históricos y, como alcalde de Málaga (1999-2019), 208 edificios
históricos, tan sólo en la almendra del centro histórico protegida con la
calificación como Bien de Interés Cultural (BIC). En total, se han demolido 309
edificios históricos dentro del BIC del centro antiguo en los 24 años de
gobierno del PP en Málaga, muchos más si añadimos los demolidos en otras zonas
de la ciudad. Más edificios de los que destruyó el terrible terremoto de 1884. El
desastre no cesa y cada año se derriban más edificios históricos que son
reemplazados por edificios nuevos, en la mayoría de los casos sin valor
arquitectónico.
Es
lamentable que un tercio de los edificios históricos del centro histórico haya
sido derribado como consecuencia de la especulación inmobiliaria. Si no
detenemos este expolio, muy pronto nos quedaremos sin la calificación de BIC
del conjunto, tal y como alertan las Asociaciones de Defensa del Patrimonio.
Lo increíble
es que la ley vigente establece que en zonas protegidas las demoliciones deben ser
excepcionales. Sin embargo, la demolición de edificios históricos en el centro ha
sido algo demasiado frecuente en estos años.
Hace sólo unos días, el equipo de gobierno
autorizó la demolición de “Villa Maya” en El Limonar, la que fue vivienda del
cónsul mexicano Porfirio Smerdou durante la Guerra Civil, y en la que buscaron
refugio 580 malagueños de ambos bandos. La vivienda, ejemplo de la arquitectura
regionalista de la época en nuestra ciudad, era similar a otras villas con
protección arquitectónica de grado II.
Desde 2017 existían peticiones formales para la
protección de “Villa Maya” que fueron ignoradas. Incluso unos días antes de la
demolición se alertó al alcalde de que se iba a demoler un edificio que podía
haber sido un monumento a la memoria democrática y la concordia, y que incluso
se estaba tramitando su declaración como lugar de la Memoria. Después de
autorizar su demolición, el alcalde intenta tapar su responsabilidad
proponiendo la entrega de la medalla de la ciudad a título póstumo a Porfirio
Smerdou.
Próximamente, el Palacete de los Condes de
Benahavís, más conocido como “La Mundial”, correrá la misma suerte. Pese a que el
Juzgado de Instrucción continúa investigando la denuncia presentada por defensores
del patrimonio, ha levantado la suspensión de la demolición y se han reanudado
los trabajos previos a su derribo.
Como señalaban los denunciantes, si la
administración cultural andaluza hubiera sido más diligente en los trámites
para la protección del Palacete de los Condes de Benahavís, y el Ayuntamiento
hubiera tramitado su inclusión en el catálogo de edificios protegidos del PEPRI
Centro, no se hubiera podido otorgar la licencia de obras y de demolición.
Pese al acuerdo del último pleno municipal
para evitar su derribo y exigir su inclusión en el catálogo de edificios
protegidos del PEPRI centro, la demolición de “La Mundial” está prevista para el
próximo domingo 31 de marzo.
Si
finalmente se consuma la demolición, supondrá el triste colofón a la
destrucción de nuestro patrimonio histórico durante 24 años de gobierno del PP
en la ciudad.
“La
Mundial” se ha convertido en un símbolo de la defensa de nuestro patrimonio
para muchas personas votantes de todos los partidos. Por ello, los responsables
de su demolición lo pagarán en las urnas.
“Demolition Man” De la Torre se va a despedir de la
alcaldía destruyendo nuestro patrimonio hasta el último momento.
(* Publicado en mi columna "Contra viento y marea", de la revista "El Observador", el 28 de marzo de 2019)