El PP en el Ayuntamiento de Málaga ha
contribuido a la destrucción del pequeño comercio. Urgen medidas de apoyo al
pequeño comercio tradicional malagueño, y una moratoria a la apertura de nuevas
grandes superficies en la ciudad
Tradicionalmente, en las ciudades mediterráneas como la nuestra, los pequeños
comercios de proximidad, distribuidos por toda la trama urbana, han satisfecho
las necesidades vitales de la ciudadanía, cumpliendo una función económica,
social, urbanística e incluso cultural.
Sin embargo, en los últimos tiempos el sector del comercio ha experimentado
una profunda transformación, que en Málaga es especialmente notoria. La proliferación de grandes superficies comerciales,
mayormente en zonas periféricas, y comercios franquicias en el centro, han
arrasado con el pequeño comercio familiar y especializado y de barrio, forzando
una modificación de los hábitos sociales y de consumo.
El comercio
tradicional está desapareciendo en Málaga. Cada vez es más difícil hallar un
comercio autóctono entre tanta franquicia, bares de copas idénticos, tabernas
franquicia y bazares. El número de comercios tradicionales que cierran en
Málaga crece a pasos agigantados: la tienda de disfraces Gato Negro, la de
deportes Zulaica, o Cartonajes Álamos son algunos de los últimos ejemplos
de comercios tradicionales que han cerrado.
Las políticas municipales del PP no son ajenas a esta situación, y no sólo
no han apoyado al pequeño comercio, sino que han agravado su situación.
El monocultivo de la hostelería en el centro, y la subida del alquiler de
los locales, está expulsando al pequeño comercio al igual que a los vecinos y
vecinas. Los fondos de inversión han puesto el
foco en la adquisición de locales comerciales en zonas turísticas por su
elevada rentabilidad. A más demanda el precio sube, y para los pequeños
comercios se hace prácticamente inviable pagar el alquiler. Lo que unido al fin
del período transitorio de liberalización de los alquileres de renta antigua está
sepultando a muchos comercios históricos.
La burbuja del
turismo “low cost” en nuestra ciudad,
fomentada por el gobierno municipal del PP, ha perjudicado también al pequeño comercio
tradicional. No hace tantos años, el centro histórico era un hervidero de gente
a todas horas por su continúa actividad comercial, ahora es un desierto vacío
fuera de los horarios de apertura de los establecimientos de restauración y
bares de copas.
Por otra parte, la propuesta municipal de extender la Zona de Gran
Afluencia Turística (ZGAT), y con ella la libertad de horarios a todo el
término municipal y gran parte de año, ha perjudicado al pequeño comercio en
beneficio de las grandes superficies comerciales, ya que los pequeños comercios,
que ya tienen en la práctica libertad de horarios, son incapaces de competir
con las grandes superficies, que se valen de la precarización de las
condiciones laborales y jornadas interminables. Y es falso el argumento de que
la liberalización de horarios crea empleo. Es más, se ha comprobado lo
contrario. Por cada contrato (precario y con bajo salario) que se crea en una
gran superficie, se destruyen tres (estables y dignos) en el pequeño comercio
tradicional.
Además, casi todos los convenios y planes urbanísticos pendientes prevén
grandes superficies comerciales: en Repsol dos grandes centros comerciales; en
el rascacielos del puerto una enorme superficie comercial; en La Térmica y
Martiricos, sendos centros comerciales; y zócalos comerciales en la antigua
Flex y Málaga Wagen.
Es una
situación muy preocupante porque el encanto del negocio tradicional se está perdiendo,
lo que redunda en la uniformización y en la perdida de las señas de identidad de
nuestra ciudad mediterránea y nuestro patrimonio inmaterial.
Urge un Plan de Choque municipal con medidas de apoyo al pequeño comercio,
y una moratoria en la implantación de nuevas grandes superficies en
Málaga, que instaure cierto equilibrio, defienda el empleo que genera y su papel en la
configuración de nuestros barrios y de los hábitos de consumo responsable.
(Publicado en mi columna "Contra viento y marea", de la www.revistaelobservador.com, el 25 de abril de 2019)