Tal día como hoy, hace
exactamente 50 años, el 20 de abril de 1963 fue fusilado por la dictadura
franquista Julián Grimau, dirigente comunista, miembro del Comité Central del
PCE desde 1954, y responsable del partido en el interior desde 1959.
Detenido el
7 de noviembre de 1962, fue conducido a la Dirección General de Seguridad,
situada en el edificio en el que se ubica hoy la sede del gobierno de la
Comunidad de Madrid en la Puerta del Sol. Allí fue cruelmente torturado por sus
interrogadores, hasta el punto de ser arrojado esposado desde la ventana de un
segundo piso, lo que le provocó graves lesiones en el cráneo y ambas muñecas.
El
entonces Ministro de Información del gobierno franquista, y luego fundador y
hasta su muerte presidente honorario del Partido Popular, Manuel Fraga
Iribarne, no cesó de declarar a los medios internacionales que Julián Grimau
recibió un trato exquisito en los interrogatorios, y que fue él mismo el que en
un momento dado, esposado como estaba, se encaramó a una silla, subió a una
ventana y se arrojó por ella.
Fue juzgado por un
tribunal militar en Consejo de guerra, y condenado no por su militancia
clandestina sino por delito de rebelión militar, por su trabajo como policía
durante la guerra civil. De hecho, fue la última persona procesada y condenada
en España como consecuencia de la guerra, probablemente el régimen buscó una
condena ejemplarizante en un momento de creciente conflictividad política y
social.
Es interesante
señalar que en aquellos años apenas existían en España militares con formación
jurídica, bastando que fuera abogado el fiscal o el ponente de la sentencia,
quienes se encargaban de asesorar a los presidentes de los tribunales. En el Consejo
de Guerra a Julián Grimau ejerció de fiscal un habitual de los juicios
políticos, que desempeñaba el cargo como muchos otros en esa época tras
declarar que su título se había quemado durante la guerra. Un año más tarde, y
tras décadas ejerciendo de fiscal, se demostró nunca había estudiado Derecho.
El defensor de Grimau, el teniente abogado Rebollo, fue el único jurista en
aquel proceso que le costó el puesto. Para Rebollo, el juicio era nulo de pleno
derecho, incluso de acuerdo con las leyes franquistas, y sin saberse aún que el
fiscal carecía de titulación. No pudieron probarse los delitos de torturas de
los que se acusaba a Grimau, sino tan solo que fue policía, e incluso aunque el
hecho de ser funcionario de la República durante la guerra civil había supuesto
en los años posteriores a la guerra la condena por rebelión militar, de acuerdo
con la propia Ley de Responsabilidades Políticas de 1938 que se aplicaba en
estos casos, los hechos en 1962 habrían ya prescrito. Pero todo era inútil, tras cinco horas de
juicio, y sin apenas deliberación, el Tribunal dictó la sentencia de muerte
como estaba previsto.
Pero es que además,
el Consejo de Ministros del 1 de abril de 1963, 19 días antes del fusilamiento,
había aprobado la creación del Tribunal de Orden Público, que sustituiría a los
tribunales militares que actuaron desde la guerra civil. A Grimau le hubiera
correspondido ser juzgado por ese Tribunal que lo hubiera condenado a prisión y
no a muerte, pero Franco dispuso el retraso de su entrada en vigor hasta
después del fusilamiento.
El juicio a Grimau
suscitó la atención de la prensa internacional, y la solidaridad por todo el
mundo, con manifestaciones multitudinarias por toda Europa y América Latina. Casi
un millón de telegramas llegaron a Franco pidiendo la anulación del proceso, lo
que no afectó ni a Franco ni a su gobierno. El entonces ministro de Información
(propaganda) y Turismo, y luego fundador y Presidente del PP, Manuel Fraga
Iribarne, inició una intensa campaña ante los medios internacionales
atribuyendo a Grimau los más horrendos crímenes.
Tras la sentencia,
solo Franco, tras la deliberación por el Consejo de Ministros, podía conmutar
la condena de muerte. Por ello se produjeron numerosas peticiones de clemencia
tanto desde el exterior, como la del papa Juan XXIII, como desde el interior de
personalidades cercanas al régimen. El Consejo de Ministros, celebrado un día
antes del fusilamiento, rechazó por unanimidad solicitar a Franco la
conmutación de la pena de muerte.
Julián Grimau fue
finalmente fusilado en la madrugada del día 20 de abril. El pelotón fue formado
por jóvenes reclutas de reemplazo, que dispararon 27 balas sobre él sin acabar
con su vida, por lo que el teniente que mandaba el pelotón tuvo que rematarlo
con dos tiros en la cabeza.
Hoy, 50 años después,
como miles de condenados ilegalmente por los tribunales franquistas, Julián
Grimau sigue sin ser rehabilitado legalmente. Mientras, al entonces ministro de
propaganda de aquel gobierno franquista y asesino se le considera uno de “los
padres de nuestra democracia”, con honores, calles y plazas por toda España.
León Felipe, desde su
exilio en México, cinco años después de la sentencia y asesinato de Julián
Grimau, escribió este poema:
AL GLORIOSO GENERAL
FRANCISCO FRANCO
DESPUÉS
QUE FIRMÓ EL FUSILAMIENTO DE JULIÁN GRIMAU
Mi general…
¡Qué
bonita letra tiene usted!
¡Oh,
qué preciosa caligrafía de cuartel!
Así
escriben los tiranos, ¿verdad?
¡Y
los gloriosos dictadores…!
¡Qué
rasgos!
¡Qué
pulso!
¿Quién
le enseñó a escribir así mi general?
Se
dice general y se dice verdugo.
Los
dos tienen el mismo rango,
Los
mismos galones.
El
general se diferencia del verdugo solamente
en
que el general tiene la letra más bonita.
Para
firmar una sentencia de muerte
hay
que tener la letra muy bonita…
¡Qué
bonita letra tiene Vd., mi general!
León Felipe
México,
6-VIII-1967
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